mercredi 15 juillet 2015

48- Protección de las plantas -2- Recordatorio

RECORDATORIO

La memoria humana tiene un campo de visión trasera extremadamente limitado.

Una prueba de ello es el movimiento actual contra la vacuna.
¿Bajo qué pretexto se quiere volver atrás sobre la vacuna? ¿Bajo el pretexto que tienen efectos secundarios? ¿Bajo el pretexto que las enfermedades contra las que nos protegen están erradicadas?
¿Qué es preferible? ¿Soportar los efectos secundarios de las vacunas, o asistir a un regreso de la viruela, de la polio o de la peste? Es que nunca debemos olvidar que un efecto secundario, por muy desagradable que sea, es ante todo secundario. ¿Sabes que el 27 de junio de 2015, un niño murió en Barcelona, en Europa, en una ciudad grande y moderna, con medios sanitarios enormes? ¿De qué murió este pobre niño? De difteria. Si, si, has leído bien, de difteria, una enfermedad erradicada de España desde 30 años. Y me vas a preguntar ¿Por qué no estaba este niño vacunado? Pues porque sus padres se oponen al principio de la vacuna.
Es fácil decir que las vacunas no sirven para nada cuando (casi) todo el mundo alrededor está vacunado y que las enfermedades contra las que nos vacunamos están efectivamente desaparecidas de nuestro entorno habitual.
Pero olvidamos que las vacunas responden a una necesidad. Olvidamos que el Mundo es grande y que las enfermedades pueden existir todavía por algún lado. Hasta que se produce el drama…
Una historia muy triste, ¿no te parece?

La situación actual de los plaguicidas en los países industrializados es, en mi opinión,  comparable a la de las vacunas en muchos aspectos. En efecto, ¿Por qué queremos prohibir los plaguicidas? Por qué demasiadas personas tiene la memoria demasiada corta.

Tengo la suerte, al igual que la mayoría de mis lectores (como me lo enseñan las estadísticas del blog), de vivir en una región rica, donde las condiciones de vida son globalmente agradables, con un sistema sanitario de calidad y con la disponibilidad casi ilimitada de todos los productos necesarios para una vida cómoda.
Por otra parte, observo que los oponentes, tanto a las vacunas que a los plaguicidas, son generalmente urbanos, aburguesados, cómodamente instalados, bien abrigados del hambre y de las epidemias. Tienen un acceso muy fácil al agua potable, eligen sus alimentos, y les gusta variar, ¡es tan agradable!
Se oponen a los plaguicidas de un punto de vista ideológico o filosófico, pero se niegan a ver que su uso responde ante todo a una necesidad, y que su prohibición podría desencadenar graves problemas. Cuando la ideología te hace ciego…
También observo que todo el mundo está preocupado por el futuro, cosa muy sana hay que decirlo, pero de igual modo que todo el mundo, cosa muy malsana hay que decirlo, se olvida el pasado, pero también el presente si es alejado. Los problemas de los demás nos afectan poco cuando no son cercanos, o que no nos sentimos amenazados. Cuando la ideología te hace egoísta…

Algunos ejemplos para que refrescarte la memoria.

La langosta del desierto (Schistocerca gregaria). 
Este insecto grande es una importante fuente de alimentos para algunas poblaciones locales. Sin embargo, en todas las épocas ha supuesto graves problemas y sigue representando, hoy todavía una amenaza permanente en Africa y en Asia. Los textos sagrados antiguos como la Biblia o el Corán hablan de ello como de plaga divina. En determinadas condiciones el insecto, habitualmente solitario y tranquilo, se vuelve gregario, se le observan cambio fisiológicos y cambia radicalmente de comportamiento. Enjambres gigantes se forman en África subsahariana, que se desplazan volando. Los grandes enjambres observados pueden cubrir hasta 1200 km2, agrupando hasta 80 millones de individuos por km2, y desplazándose unos 200 km por día. Esos estambres duran en general varios años (de 3 a 10 años dependiendo de las condiciones climáticas), destrozando todo a su paso, y produciendo deyecciones tóxicas. Algunos vuelos pueden llegar hasta en España o en Rusia. El enjambre de 1989 consiguió cruzar el Océano Atlántico para llegar hasta los países caribeños. Desde 1990, la FAO a puesto un servicio de vigilancia de las condiciones climáticas y de las poblaciones de langostas, de manera de poder intervenir de manera preventiva, en cuanto las condiciones se vuelvan favorables a la formación de los enjambres. La alerta de 2003 a 2005, según los datos de la FAO, afecto a 20 países africanos, costo 400 millones de $ en medios de lucha y destruyo por valor de más de 2.500 millones de $ de cosechas, ocasionando una enorme inseguridad alimentaria en toda esa región frágil. Los plaguicidas, insecticidas en este caso, bien situados, en los lugares de creación de los enjambres, y en el momento oportuno, permiten evitar la formación de los vuelos, sin eliminar el insecto. Aplicados demasiado tarde, los enjambres son demasiado potentes y los tratamientos no funcionan, obligando a un fuerte aumento de las dosis. De esta manera, se pueden reducir drásticamente las poblaciones y conseguir que el insecto vuelva a su comportamiento solitario, limitando sus daños. Pero los medios a poner en marcha son complejos y costosos. La amenaza es permanente.

El cornezuelo, o ergot del centeno 
(Claviceps purpurea). Es una enfermedad, en concreto un hongo, que puede atacar al centeno y numerosos otros cereales, y que produce una toxina alucinógena, de la que se extrajo el famoso LSD. A dosis baja, se describen visiones y un comportamiento errático, pero a dosis fuerte es mortal y provoca síntomas horribles. En la Edad Media, se conocía en España bajo el nombre de Fuego del Infierno o de Fuego de San Antón. A lo largo de la Historia, se cuentan miles de víctimas por envenenamiento, a las que hay que sumar los numerosos casos de hambrunas locales debidas a la destrucción de las cosechas contaminadas. Los últimos casos conocidos son del año 1951 en Francia, y es uno de las causas del “Gran Miedo” de 1789. También se considera que es el responsable de la crisis de las brujas de Salem en Norte América a finales del siglo XVII. En la actualidad, el empleo de fungicidas permite evitar su desarrollo, pero el hongo se mantiene activo. La amenaza es permanente.

El mildiu de la patata o tizón tardío (Phytophtora infestans). 
Se trata de una de las enfermedades las más comunes en la patata. Es también un hongo. Su desarrollo esta favorecido por los climas suaves y húmedos. Una vez implantado en una región, es casi imposible de erradicarlo. Actualmente, casi todas las zonas de producción de patata a nivel mundial están infectadas. A mediados del siglo XIX, apareció en Irlanda, donde la patata era el alimento el más básico. Los destrozos fueron terribles en los campos, ocasionando una dramática hambruna. Fue el motivo de la gran emigración de los Irlandeses hacia Norte América. El mildiu de la patata fue uno de los grandes responsables de la inseguridad alimentaria en los países europeos y americanos  hasta el descubrimiento de fungicidas químicos efectivos. Es que hasta entonces, la producción variaba mucho en función de las condiciones climáticas. En la actualidad, los productores poco atentos siguen teniendo graves problemas, y algunos años son muy conflictivos. La amenaza es permanente.

Las grandes hambrunas de la Historia. 
Cuando no eran provocadas por guerras o decisiones políticas (caso del “Gran Salto Adelante”, lanzado en 1958, y que provoco una de las hambrunas más mortíferas de la historia de la humanidad), eran provocadas por las inclemencias climáticas y sus consecuencias sobre la producción de alimentos. Acabo de hablar de Irlanda, pero los casos similares son numerosos a lo largo de la Historia, aunque raramente han tenido consecuencias socio-políticas tan relevantes. Se puede hablar de las grandes olas de frío, del granizo, de las terribles sequías, como las que se producen repetidamente en el Sahel, y los largos episodios lluviosos. Estos últimos son los que me interesan hoy. En efecto, cada episodio lluvioso prolongado puede provocar graves desastres por ataques de bacterias y hongos. Si los agricultores no disponen de medios para controlarlos, pueden conducir a graves faltas de alimentos. Estas hambrunas, muy reales a lo largo de la historia del mundo, y responsables de millones de víctimas, ahora se evitan, en la mayoría de los casos, gracias al uso de fungicidas y de bacterioestáticos, en resumen, gracias al uso de plaguicidas.

Las micotoxinas. 
No tienen realmente porque aparecer aquí, ya que no tienen “existencia histórica”, en la medida en que su puesta en evidencia data de las últimas décadas. Sin embargo, con su frecuencia potencial y el riesgo mal conocido que representan, es altamente probable que sean responsables de numerosos problemas sanitarios a lo largo de la Historia. ¿De qué se trata? De sustancias tóxicas producidas por hongos microscópicos, o mohos. Los hongos que las producen son bastante frecuentes en numerosos cultivos (maíz, trigo, cacahuete, uva, manzana, higo…), o en productos transformados como el vino o la cerveza. Se trata especialmente de hongos de los géneros aspergillus, fusarium, penicillium y alternaría. Existen otros, entre los que se encuentra Claviceps purpurea, el agente responsable del cornezuelo, del que acabo de hablar. Los riesgos y su gravedad varían con la toxina, pero se les puede asociar determinadas irritaciones y alergias, bajadas de defensas inmunitarias e incluso algunos tipos de cáncer. Existen numerosas investigaciones en marcha para determinar con precisión la amplitud del riesgo. Los tratamientos fungicidas usados impiden el desarrollo de los hongos responsables, y por consecuencia los riesgos que lo acompañan. El avance de las investigaciones confirma su implicación en numerosos problemas sanitarios. El riesgo todavía está mal evaluado, pero la amenaza es permanente.

Creo que estos ejemplos son suficientes para que entiendas que el uso de plaguicidas no responde a una lógica productivista. Responde en prioridad a una lógica sanitaria y de seguridad alimentaria.

¡Ojo! No me hagas decir lo que no quiero decir. No estoy defendiendo el uso indiscriminado de productos peligrosos. Defiendo la utilidad de los plaguicidas, defiendo la necesidad imperiosa de seguir investigando para mejorar lo que hay existe, y defiendo la idea que el populismo y el clientelismo de mucha gente, de tanto querer prohibir los plaguicidas con pretextos voluntariamente exagerados, pone en peligro la seguridad y la independencia alimentarias. También defiendo la necesidad de mantener los plaguicidas actuales, mientras no tengan soluciones de sustitución efectivas. Por este motivo decía, en un artículo anterior (45- salvar a las abejas http://culturagriculture.blogspot.com.es/2015/06/45-salvar-las-abejas.html) que me opongo a la prohibición de los neonicotinoides, aunque se tenga que endurecer las condiciones de uso y los controles, hasta que los agricultores dispongan de soluciones alternativas.

Roma no se hizo en un día. Del mismo modo, como buen francés que soy, me siento orgulloso de la Revolución Francesa, y de pertenecer a la cuna de la democracia moderna. Pero la democracia no se hizo el 14 de julio de 1789. ¿Cuántas idas y vueltas (república, imperio, monarquía, otras revoluciones, guerras) han sido necesarias? Cuantos millones de muertos han sido necesarios para poder, hoy, disfrutar de un nivel de igualdad y de democracia nunca conocido hasta ahora?
La protección de los cultivos se ha mantenido en una situación estable de impotencia durante milenios. Luego la Revolución Industrial se acompañó de la Revolución Agrícola ya que le proporciono la introducción de la mecanización, de la química y del conocimiento científico. La química ha sin duda tomado una importancia exagerada en la producción agrícola. Pero hacía falta tiempo para verlo.
Después de los abusos, generalmente involuntarios, de los primeros tiempos de la agroquímica, nos estamos acercando de una situación de equilibrio, con tecnologías innovadoras, una química presente pero no invasoras (aunque algunos pretendan lo contrario) y un conocimiento científico que progresa cada día.

Tenemos que aprender la paciencia. Es el mayor defecto de nuestra civilización moderna del siglo XXI. Queremos todo, sin esperar. Pero lo que es posible en algunas actividades, no lo es en otras.
Hemos adquirido la seguridad alimentaria. Nos parece normal. Pero no, no es normal. Hay que luchar por ella. Se consigue día tras día, gracias a los esfuerzos de los agricultores, de los científicos y de las industrias agroalimentarias, que cambian el mundo poco a poco. Todavía hay 800 millones de personas que sufren de hambre en el mundo. Es inaceptable, y sin embargo, es algo que va mejorando poco a poco cada año. Eso demuestra que la seguridad alimentario no es un logro definitivo.

No vayamos más rápido que la música. Un día, sin duda, seremos capaces de eliminar la mayoría de los productos químicos actuales. ¿Por qué? Porque habrán sido sustituidos por otras soluciones y otros productos químicos o no químicos, menos problemáticos, y porque la biotecnologías y el conocimiento científico lo habrán permitido. Pero todavía no ha llegado ese momento.

Solo espero, con este artículo, hacer que entiendas que la química y los plaguicidas son benéficos. ¿Existen riesgos e inconvenientes? Todo el mundo es muy consciente de esto. Pero la química nos aporta grandes cosas diariamente, y ni siquiera nos damos cuenta de ello.
Dejemos las cosas avanzar. Si quieres que vaya más rápido, haz presión en ese sentido. Pero no exijas medidas drásticas sin conocer sus consecuencias.


Nuestros logros actuales siguen siendo frágiles, y decisiones excesivas podrían conducirnos a vueltas atrás con graves consecuencias.

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