dimanche 4 janvier 2015

11- ¿Europa intoxicada por los plaguicidas?

Una vez más, tengo que aplazar una publicación para dejar el sitio a otra, caliente.
El título verdadero debería ser: la opinión pública europea intoxicada por el debate desviado sobre los plaguicidas? Queda menos llamativo, ¿verdad?
Bajo el título “el tráfico de plaguicidas prohibidos está en plena expansión”, la web militante medio-ambientalista francesa Reporterre alimenta una falsa polémica, también redistribuida por otras webs y revistas ecologistas y anti-globalización.
¿De qué se trata? De la detección periódica, de residuos no autorizados en frutas y hortalizas. Aunque la publicación diga lo contrario, estas detecciones se mantienen estables en torno a un 2% de las muestras analizadas.
En la web Forum Phyto (en link también se encuentra en mi blog), podréis encontrar la lista de explicaciones de la situación (en francés).

No voy a perder mucho tiempo en esta cuestión, sinceramente no me parece muy relevante. Solo quiero decir lo siguiente: una vez más, el consumidor es rehén de intereses ideológicos que nadie le explica, o a través de publicaciones incompletas, en las que solo se le cuenta una parte de la verdad, solo la que le puede asustar. Y el miedo es un medio de acción y de movilización muy poderoso. Permite una completa manipulación de la opinión pública, solo dejando aparecer la faceta más negra de las cosas.

Lo que quiero explicar hoy, es el problema de las disfunciones europeas, que nos llevan a veces a situaciones imposibles. Quiero añadir que soy pro-europeo, incluso federalista, para no dejar ambigüedad. No me impide tener una visión crítica.

Volvamos al tema que nos interesa, los plaguicidas.
Existe un reglamento europeo, el 1107/2009, que afirma el principio de armonización de la reglamentación fitosanitaria europea. Pero los estados miembros quedan libres del método de aplicación en sus reglamentaciones nacionales, siempre en el marco de dicho reglamento.
¿Cuáles son las consecuencias? Son numerosas y perversas.
-       Cada estado miembro queda libre de autorizar las moléculas en los cultivos que quiere en el plazo que elige, con dosis y plazos de utilización que considera oportunos.
-       El fabricante, que paga los gastos de registro, en cada país, elige los cultivos más representados en el país, para pedir su homologación, dejando de lado los cultivos segundarios.
-       Los agricultores pueden, después, pedir el registro de estas moléculas en los cultivos segundarios. Son cultivos que fabricante y administración no han incluido inicialmente en el registro. Pero este punto es muy complejo, y cada país tiene exigencias específicas.
-       El principio de reciprocidad permite, en teoría, simplificar los procesos de registro. Por ejemplo, Alemania autoriza una nueva molécula sobre el manzano. Portugal puede pedir a Alemania toda la información ya existente, para agilizar el proceso de registro de la misma sustancia, sobre el mismo cultivo, en su territorio. Pero funciona muy mal, y los ministerios nacionales no aprecian esta potencial reducción de su carga de trabajo.
-       Todo producto fitosanitario no autorizado en un cultivo determinado, queda prohibido en este cultivo. Una no-autorización es una prohibición. Es verdad para cualquier producto, incluso si son autorizados en cultivos cercanos. Por ejemplo, un producto autorizado en manzano, no lo es siempre en peral. Del  mismo modo, un producto puede ser autorizado en naranjo, pero ni en limonero, ni en mandarino.

Es así como un productor de fresa en Francia, no dispone de los mismos productos autorizados que un productor de fresa en España, o que un producto, autorizado en albaricoquero en Francia, se va autorizar en tomate en Italia, pero no en Holanda. El resultado es una reglamentación caótica, cuando todo debería haber sido simplificado. Pero el agricultor sigue produciendo y tiene que resolver los problemas que presentan sus cultivos.

Las producciones más básicas, como el trigo, la patata, la viña, la manzana o el maíz no tienen problema. Son cultivos presentes en grandes superficies en todos los países europeos. Del mismo modo, cítricos u olivar no tienen problema en España.
Al contrario, los cítricos en Francia, o la chirivía, el azafrán, el arándano, la quínoa, la stevia, el trigo sarraceno y todas las frutas, verduras y cereales antiguos, tan de moda desde unos años son clasificados “usos segundarios” y no disponen de casi ninguna autorización.

Una amplia mayoría de los casos detectados de residuos no autorizados proceden de este problema. No son sustancias no autorizadas en Europa, pero son usos no autorizados en el cultivo, en el país europeo de producción, de sustancias autorizadas en Europa.
Como lo podéis entender, no tiene nada que ver, ya que cada producto autorizado en Europa ha tenido que pasar por el proceso de controles y de ensayos sobre la salud y el medio ambiente, que es el más severo del mundo. El problema legal no tiene nada que ver con esto, y nadie intenta a envenenar el consumidor. Al contrario, mucha gente intenta envenenar el debate político-social, especialmente ahora, a pocas semanas de las elecciones europeas. Y funciona muy bien, con temas que asustan.

La Comunidad Europea debería hacerse las preguntas oportunas sobre el funcionamiento de sus administraciones, y debería moverse para que los ciudadanos reciban la información adecuada. Por otra parte, debería actuar rápidamente para que los reglamentos, pensados para simplificarles la vida a los europeos, no se la complicaran por problemas de lentitud y complejidad de las administraciones nacionales.

Evitaría probablemente que el debate sea contaminado o envenenado por este tipo de tontería.

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